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El desarrollo de este blog en la materia “Proyectos de Investigación en Ciencias Naturales” esta destinado a los alumnos de 3er año A Polimodal del Instituto Don Bosco. El mismo es un esfuerzo por contribuir al desarrollo de la capacidad de abordar problemas desde una perspectiva científica, centrando su atención en el manejo de diversos procedimientos, y fundamentalmente, actitudes, sin que ello implique relegar los contenidos conceptuales. Por ultimo, también se pretende crear un espacio de construcción colectiva para el abordaje integral de la asignatura.


lunes, 31 de mayo de 2010

Espacio de debate:" La brecha entre la Universidad y la Secundaria."

problemas en el ingreso irrestricto y en la secundaria

Por qué sólo se reciben 2 de cada 10 universitarios

El ingreso libre e irrestricto a la universidad pública vigente en la Argentina contrasta con sistemas mucho más restrictivos que rigen en la mayoría de los países del mundo, incluso en vecinos como Brasil y Chile. En nuestro país, el 65 por ciento de los jóvenes que cada año terminan el secundario intenta seguir una carrera universitaria, la tasa más alta de América latina. Sin embargo, rápidamente van quedando en el camino, en su mayoría los de sectores más humildes y, finalmente, apenas el 20 por ciento consigue un título. Entre tanto, la corrección política impide analizar el tema.

El 65 por ciento de quienes terminan el secundario en Argentina intenta ingresar a la universidad, en su gran mayoría a alguna de las públicas. La tasa de pasaje es la más alta de Latinoamérica. Son cerca de 300 mil chicos al año que desean ser universitarios y obtener un título, conscientes de que hoy es sinónimo de ascenso social. Pero en los primeros pasos, la mitad se queda por el camino. El 20% abandona antes de rendir el primer examen y el resto aprueba alguna materia pero no llega al año siguiente. Antes del segundo año de la cursada, la mitad abandonó. Ni hablar de la recta final: sólo obtiene el deseado título universitario el 20% de quienes ingresaron.
Argentina es el uno de los pocos países en América latina, junto a Uruguay, que reivindican el ingreso irrestricto como una bandera democratizadora irrenunciable que permite el acceso a los estudios superiores a todos. Esa reivindicación resistió las políticas neoliberales de los noventa. Sin embargo, con estas cifras desoladoras y constantes hace un cuarto de siglo, ¿se puede considerar que esas políticas son realmente equitativas?
“El principal problema de la universidad argentina es el ingreso, pero hablar de esto parece ser tabú. Las demandas democratizadoras de la sociedad llevaron al ingreso irrestricto. Y plantear algún tipo de selección resulta políticamente incorrecto. Entonces no se habla, se esconde el problema debajo de la alfombra. En una reunión reciente con el ministro (de Educación) Alberto Sileoni, los rectores le pedimos que se asumiera este tema a nivel nacional porque la crisis es estructural y viene de la secundaria”, dijo a PERFIL Juan Carlos del Bello, actual rector de la nueva Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), quien fuera secretario de Políticas Universitarias durante el gobierno de Carlos Menem, cuando se sancionó la Ley de Educación Superior vigente.

Hace más de veinte años se reconoció oficialmente un problema que parece haber llegado para quedarse: la crisis de la secundaria. Uno de los motivos parece ser el estallido de la matrícula, la masividad del nivel. En cincuenta años la cantidad de estudiantes secundarios se quintuplicó y hoy ya no pueblan sus aulas los jóvenes de las familias de mejores recursos. Esa nueva población, que pugna legítimamente por seguir estudiando, es bien distinta de los alumnos disciplinados que venían de familias acomodadas. Ya no existe el estudiante secundario tipo al que estaban acostumbrados los profesores. La secundaria es obligatoria para todos los chicos y la política que encara el Gobierno de otorgar a las familias humildes una asignación universal por hijo convierte ese nivel educativo en un lugar cada vez más inclusivo y heterogéneo. Inexorablemente ese cambio de constitución del estudiantado repercutirá cada día más en la calidad de los saberes que la escuela imparte y el fenómeno, parece, avanza con más rapidez que la efectividad de las políticas de reforma que se ensayan para mejorar la enseñanza mientras se democratiza la escuela.
La culpa es de la secundaria. Es criterioso el sentido común que expresa el ministro Sileoni cuando afirma que el Gobierno no puede detenerse a esperar que haya pupitres suficientes para recibir a más y más jóvenes en las aulas, pero los problemas de la inclusión, la equidad y la permanencia en el sistema educativo van más allá que las falencias de infraestructura. Esto se pone en evidencia cuando no aprenden los chicos que están de pie en la escuela, pero tampoco los que se sientan en su banco todos los días.
En la provincia de Buenos Aires, donde la reforma de los noventa hizo estragos, encaran cambios en la secundaria mirando hacia el mundo del trabajo pero también hacia las universidades: más horas de matemática en el último año y colocar literatura como materia, con contenidos tomados de los diversos cursos de ingreso de las universidades de la provincia.
En una encuesta difundida por la Dirección General de Escuelas de la provincia se recoge el deseo expresado por el 98% de los alumnos bonaerenses: ingresar a la universidad, como única posibilidad que avizoran para crecer, mantener una familia e insertarse en la vida adulta.
La directora de Educación Media bonaerense, Claudia Bracchi, consideró llamativo que la universidad le eche la culpa del fracaso a la escuela media cuando “muchas veces los mismos profesores dan clases” en los dos niveles.
“En la universidad nos quejamos de la secundaria, decimos que los chicos llegan sin saber lo elemental, pero el 40% de los profesores del secundario se forma en las universidades. Entonces, ¿por qué los chicos no aprenden?, se preguntó Silvia Bernatené, docente de la Universidad Nacional de San Martín en su exposición ante el Seminario Internacional sobre los Sistemas de Ingreso organizado quince días atrás en Bariloche por la UNRN. “Será que nos cuesta entender a los nuevos estudiantes debido a la omnipotencia de los pedagogos, tendrá que ver con nuestra incapacidad de diálogo, con creernos portadores del saber absoluto”, se interrogó, a modo de autocrítica.

Cada universidad decide su ingreso. La Ley de Educación Superior vigente reconoce la autonomía de las universidades para, entre otras cosas, fijar su política de ingreso. En el artículo 35 deja librada a la decisión a cada casa de estudios. El Gobierno acaba de anunciar que enviará al Congreso un proyecto para reemplazar la norma que regula el funcionamiento de las universidades, pero el responsable del área, Alberto Dibbern, confirmó a PERFIL que el tema del ingreso irrestricto será intocable. “Argentina no quiere tener políticas restrictivas en el ingreso, entendemos la universidad como una oportunidad para todos y no para algunos”, afirmó el funcionario que encara desde la Secretaría de Políticas Universitarias una serie de medidas de articulación con la escuela media y becas para estudiantes de determinadas carreras (ver recuadro).
Pese a las cifras de desgranamiento de la matrícula, Dibbern insiste: “El ingreso es irrestricto, lo que no es irrestricto es la posibilidad de egresar. No se puede bajar el nivel para que todos egresen. Tampoco estoy de acuerdo con las presuntas soluciones de otros países, como el examen final del secundario. Son políticas restrictivas que no permiten que la universidad sea una oportunidad para todos”.
En cambio, el docente e investigador Antonio Camou (Universidad Nacional de La Plata y de San Andrés) invitó a superar las encerronas de un acalorado debate en torno a las supuestas virtudes “democráticas” del “ingreso irrestricto” ya que –apuntó– “en la mayoría de los casos (esa disyuntiva) termina por ocultar el penoso resultado, tanto para los alumnos como para el sistema, de un desgranamiento que antes de cumplir el año universitario abarca a no menos del 50% de los libremente ingresados”.
Lo real es que la mitad de las universidades públicas tienen algún curso de nivelación, articulación o ingreso. Los números indican que, en algunos casos, como en la Universidad de Córdoba, sólo el 50% de los inscriptos termina ingresando, en Jujuy el 40% y en la UNRN lo hacen los dos tercios de quienes se inscriben.
Es como si en la sociedad argentina hubiera un pacto de silencio para mantener la ilusión de que todo aquel que quiera puede llegar a la universidad pública y gratuita pero después, en los hechos, se los expulsa de a cientos.
Y son principalmente quienes provienen de los sectores sociales más desfavorecidos los que se quedan afuera, en forma similar a lo que ocurre en países que utilizan métodos iniciales de selección.
Sólo el 5% de la matrícula universitaria proviene del 20% de los hogares argentinos más pobres, mientras que el 30% integra el quintil más favorecido de la población, según el estudio “Eficiencia y equidad en el sistema universitario argentino”, del investigador cordobés Miguel Ángel Vizzio

Fuente: Diario Perfil, 15-5-2010, en http://www.perfil.com/contenidos/2010/05/15/noticia_0043.html

Problemática educativa. La relación Ciencia y Educación, una desafío para la Argentina del Bicentenario


En el Siguiente articulo de Silvina Gómez ,"La Ciencia y la Escuela: una relación a debatir", pone en discusión la relación entre, la Escuela, y la extensión del conocimiento científico. Para ello, sus cuestionamientos se centran en los siguientes ejes: condiciones materiales de los alumnos, la relación Ciencia - Escuela- Familia, el método de enseñanza, y el espacio destinado a las Ciencias en la currícula educativa.

Fuente Silvina Gómez, "La Ciencia y la escuela: una relación a debatir". disponible en http://www2.ib.edu.ar/becaib//bib2003/Finalistas/SilvinaGomez.pdf


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martes, 25 de mayo de 2010

Actividad práctica. El rol de la ciencia.

Estimados alumnos y alumnas:

Debido a que la CIC ha bajado los archivos que dan cuenta de los beneficiarios de las becas del año anterior, se ha elegido, para realizar la ultima actividad del practico, remplazarlo por el listado de beneficiarios de las becas de Iniciación del CONICET. Como este listado es muy extenso, impriman solo las primeras tres hojas, luego extrapolaremos los resultados.


DESCARGAR LISTADO

Científicos de EE.UU. crearon la primera célula artificial

Fue elaborada por el mismo grupo de especialistas que en 2000 secuenciaron el genoma humano. La técnica abre el camino para el diseño de organismos vivos capaces de producir combustibles limpios y acelerar la producción de vacunas, entre otros usos.

Científicos estadounidenses anunciaron esta tarde la cración -por primera vez- de una célula sintética controlada por ADN elaborado por el ser humano, un paso que acerca la creación de vida artificial.

"Esta es la primera especie autoduplicable que existe en el planeta cuyo padre es un ordenador", dijo en una rueda de prensa Craig Venter, uno de los genetistas más famosos del planeta. Desde hace décadas científicos de todo el mundo manipulan algunos genes de animales y plantas, pero es la primera vez que se logra cambiar el genoma completo.

Los autores de la gesta, que publicaron su investigación en la edición de hoy de la revista Science, replicaron en el laboratorio el genoma de la bacteria Mycoplasma mycoides, al que agregaron una secuencia de ADN con una dirección de Internet, para quien desentrañe los misterios de su experimento. A continuación colocaron ese genoma ajeno en la bacteria Mycoplasma capricolum, a la que le habían retirado previamente la mayoría de su información genética. El nuevo genoma pasó a controlar la célula, que comenzó a producir las proteínas que el ADN trasplantado le pedía.

"Esta es la primera célula sintética que se haya hecho y la llamamos sintética porque está totalmente derivada de un cromosoma sintético", manifestó Venter. El objetivo final de los investigadores es instalar en una bacteria un genoma elaborado en el laboratorio que le ordene realizar labores de utilidad para el ser humano.

Synthetic Genomics, una compañía fundada por Venter, ya cuenta con un contrato por valor de 600 millones de dólares con la compañía petrolera Exxon, para producir algas que atrapen el dióxido de carbono y generen biocombustibles. El procedimiento también podría usarse para crear ingredientes alimentarios, vacunas y hasta en la limpieza del agua, mantienen los investigadores. "Esto se convierte en una herramienta muy poderosa para tratar de diseñar lo que queremos que haga la biología. Tenemos una amplia gama de aplicaciones en mente", dijo Venter.

Al mismo tiempo se trata de una invención que abre la posibilidad de eventualmente crear una especie artificial, con toda la carga ética que eso implica. "Este es un paso importante , tanto científica como filosóficamente. Ciertamente ha cambiado mis opiniones sobre la definición de la vida y cómo funciona la vida", afirmó Venter, quien se hizo famoso en 2000 al ser uno de los primeros secuenciadores del genoma humano.

El equipo científico, que trabaja en el Instituto que lleva el nombre de Venter, aspira ahora a sintetizar "la célula mínima que contenga sólo los genes necesarios para sostener vida en su forma más simple", explicó Daniel Gibson. Lo hará retirando fragmentos de ADN uno a uno hasta que se quede el genoma más pequeño posible, que será una plataforma para analizar la función de cada gen esencial para el mantenimiento de la existencia de la célula.

El anuncio de hoy representa la culminación de 15 años de trabajo de este grupo de científicos en la "biología sintética", un campo de investigación nacido de los avances humanos en el control de los genomas.

En 2007 lograron reemplazar el ADN de M. capricolum con el de M. mycoides, y un año después montaron el primer genoma sintético. En el último experimento juntaron las dos experiencias. Primero identificaron la secuencia total de ADN de Mycoplasma mycoides, compuesta de más de un millón de unidades, y le enviaron la lista a la compañía Blue Heron Biotechnology.

Para dejar su marca, añadieron al genoma la dirección de internet a la que debe enviar un mensaje quien lo decodifique, los nombres de las más de 40 personas que trabajaron en el proyecto y algunas citas famosas.

Fuente: Diario Clarin, 20-05-2010, en http://www.clarin.com/diario/2010/05/20/um/m-02198014.htm

jueves, 13 de mayo de 2010

Comentario sobre el articulo “Todavía les cuesta llegar a los puestos claves” publicado en Critica Digital. Por Julieta Padilla.

Soy, Julieta Padilla, la encargada de armar esta “columna” para el blog, desarrollar un comentario sobre el texto de Critica Digital: Todavía les cuesta llegar a los puestos claves. No es complicado, soy mujer y se lo que se siente cuando te dicen: -y, sos mujer-. Siempre se catalogó a los hombres como los forzudos, los rudos, y a las mujeres como las delicadas y detallistas. Entonces se podría decir que un hombre hace el trabajo pesado y la mujer el liviano.¿por cuestiones de fuerza en el hombre?¿por cuestiones de delicadeza en la mujer? Estamos en el siglo XXI, las cosas cambian, las familias cambian, las mujeres cambiamos. No nos dejamos manejar, enfrentamos lo nuevo, no nos sentimos inferiores y continuamente estamos en busca de nuevos objetivos. Los números hablan por si solos, las mujeres avanzan en la carrera científica, las mujeres no dejan de lado el sueño de una familia, sino que su esfuerzo también se desdobla por algo que seguramente también aman, la ciencia. La capacidad intelectual no se mide según el sexo, todos tenemos inteligencia, lo que se diferencia es la cantidad que usemos de esa inteligencia y la forma en la que la usemos, y si una persona no es estimulada para utilizarla no se va a usar, por eso mientras mas mujeres científicas se den a conocer, mientras mas mujeres científicas sean apoyadas por empresas para realizar sus proyectos, se van a valorizar mas los trabajos de las científicas, logrando así generar mas confianza en ellas mismas y confianza de los demás para ellas.

Creo que las mujeres somos totalmente aptas para hacer ciencia, siempre lo fuimos

, pero nunca se nos reconoció por nuestros aportes, a pesar de nuestro doble esfuerzo. Es hora de las cosas cambien, de que el ser varón o mujer no imposibilite a trabajar de lo que uno ama.



Todavía les cuesta llegar a los puestos claves

martes, 11 de mayo de 2010

La participación popular en los proyectos de investigación y desarrollo


¿Qué características ha de tener el diseño de los proyectos científico-tecnológicos para los países de la región? ¿Puede nuestro país y el resto de los países de América Latina instrumentar un modelo de desarrollo como el de las grandes potencias? ¿Cuál es el papel de la cultura y la educación en la implementación de un proyecto de esta naturaleza? Las respuestas a las dos primeras preguntas, indudablemente, dan lugar a nuevas preguntas cuyas respuestas terminarán por responder a la última pregunta formulada.

Mario Di Bella (Lic. en Filosofía, docente UBA.)

Primera parte

La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Producción al asumir su mandato la presidenta Cristina Fernández el 10 de diciembre de 2007, es un indicador que señala el norte de los objetivos estratégicos de nuestro país, junto a los países del MERCOSUR y otros países latinoamericanos aliados, con el propósito de disminuir la dependencia con, lo que hoy se ha dado en llamar, la “Red Financiera Global”.

Ahora bien, ¿qué características ha de tener el diseño de los proyectos científico-tecnológicos para los países de la región? ¿Puede nuestro país y el resto de los países de América Latina instrumentar un modelo de desarrollo como el de las grandes potencias? ¿Cuál es el papel de la cultura y la educación en la implementación de un proyecto de esta naturaleza? Las respuestas a las dos primeras preguntas, indudablemente, dan lugar a nuevas preguntas cuyas respuestas terminarán por responder a la última pregunta formulada.

En los años 60 del siglo XX, desde los centros internacionales de poder económico, se nos concebía como países en vías de desarrollo y se nos recomendaba transitar el mismo camino que siguieron los países desarrollados desde los inicios de la primera revolución industrial. Como respuesta a esta concepción, los pensadores latinoamericanos adherentes a las “teorías de la dependencia y el desarrollo” criticaron, por aquel entonces, la metáfora biológica evolutiva del crecimiento. Según ellos, los actuales países de América Latina no pueden repetir, con retardo, la fase evolutiva que han transitado en el pasado los países desarrollados debido a la originalidad de sus procesos históricos. Por ello consideraban que no debíamos seguir las mismas pautas de desarrollo que han seguido ellos. No sólo es imposible, para nuestros países periféricos, seguir ese camino debido a las serias limitaciones políticas, sociales y económicas concretas, producto de una situación estructural internacional que lo impide, sino que existe una cuestión mucho más profunda a tener en cuenta. Amilcar Herrera, en “La creación de tecnología como expresión cultural” y en “Tecnologías científicas y tradicionales en los países en desarrollo” sostiene que, además del reconocimiento de la imposibilidad concreta de seguir el rumbo de los actuales países desarrollados, debemos cuestionarnos los valores éticos básicos que han orientado sus procesos de desarrollo. El cambio de estructuras sociales y económicas de nuestras sociedades dependientes no ha de consistir meramente en una tarea técnica encomendada a los especialistas. Como sociedad, hemos de construir una nueva cultura que incorpore selectivamente los elementos positivos de la denominada globalización, respetando, al mismo tiempo, los valores, metas y aspiraciones de las grandes mayorías oprimidas de nuestros países subdesarrollados.

Desde fines del siglo XIX y hasta, aproximadamente, mediados del siglo XX, en nuestro país y algunos países latinoamericanos, tuvo vigencia un modelo cientificista que retardó considerablemente el desarrollo industrial. Uno de los errores del cientificismo consiste en concebir a la tecnología simplemente como ciencia aplicada, y a la ciencia como un bien intelectual que, supuestamente, elevaría el nivel cultural de la gente. Esta concepción filosófica dio origen a políticas de investigación, implementadas por nuestras capas dirigentes pro-oligárquicas, que generaron un divorcio entre la investigación y el aparato productivo. De modo tal, quedaba a salvo el perfil agro exportador del país, delineado por la “división internacional del trabajo” propuesta por Inglaterra al resto del mundo y aceptada por las oligarquías nativas. Pero la tecnología no es simplemente ciencia aplicada. Juan Carlos Del Bello en “Situación de la ciencia y la tecnología en América Latina”, siguiendo la línea de pensamiento de Jorge Sábato, sostiene que si la tecnología fuera meramente ciencia aplicada, entonces nuestro país, que tuvo históricamente mejor investigación básica que Japón, debería tener un desarrollo tecnológico muy superior al del país oriental. Y, sin embargo, la diferencia entre el desarrollo industrial de ambos países es abismal pero en sentido contrario. Entre las razones que existen para fundamentar que la tecnología no es sólo ciencia aplicada se halla la íntima relación entre la tecnología y el aparato productivo. Esto es incuestionable, pero una incorrecta interpretación de estas palabras puede conducirnos a una postura tecnoeconomicista tan extrema y limitativa como la del cientificismo. Desde esta otra posición se concibe a la tecnología simplemente como un insumo de la producción, exclusivamente como una variable dentro del sistema económico y se deja de lado su aspecto ético, social y cultural. De este modo, se supone que con la importación de tecnologías de los países avanzados desplegando nuestra capacidad de adaptación y manejo de las mismas estaremos en condiciones de competir con los grandes países industriales. Sin embargo, la transferencia de tecnologías desde los países industrializados a los países subdesarrollados, en un contexto asimétrico de dependencia, lejos de facilitar la emancipación de estos últimos, se constituye en un obstáculo para la misma. Aún cuando los gobiernos de nuestros países latinoamericanos tengan algún margen de negociación política en condiciones de cierta mayor dignidad, que en el último cuarto del siglo XX, como sucede en mayor o en menor grado actualmente con nuestro país y varios países amigos del MERCOSUR y del resto del continente, el origen de dichas tecnologías y su transferencia acrítica no garantizan que se constituyan en un aporte significativo para la construcción de una nueva sociedad.

Los teóricos del tecnoeconomicismo reconocen que la tecnología no es ciencia aplicada pero cometen un error, tal vez, tan serio como el del cientificismo: salvo por su relación indisoluble con la economía, la tecnología sería relativamente neutra y universal desde el punto de vista sociocultural. Paradójicamente, sostienen, de una manera simplista, que la dependencia sería ajena a la importación indiscriminada de tecnologías sino que obedece a la aceptación de ideas vigentes en los centros de poder mundial. Esta concepción olvida la dimensión antropológica de la tecnología como forma cultural y se convierte en un obstáculo ideológico para el cambio de nuestras estructuras sociales y económicas.

El hombre común y corriente, actualmente, concibe a la tecnología como algo que evoluciona en forma unidireccional, como la consecuencia “natural” e inevitable del progreso científico. Es decir, para él, la tecnología evoluciona como si tuviera una especie de código genético propio, independiente de la sociedad que la rodea y de los valores de la misma. Se percibe a la tecnología como algo que sucede externamente a los usuarios, como algo en el que no tiene participación. Una de las consecuencias de esta visión de la tecnología, sobre todo en los países desarrollados, es la aparición de una corriente de pensamiento que cuestiona no solamente a la tecnología sino a la ciencia que la predeterminaría linealmente. Ambas serían una especie de demonios malignos, responsables de todos los males de la sociedad actual, olvidando que son productos culturales que se basan esencialmente en los valores éticos de esa sociedad. Este creciente cuestionamiento actual a la ciencia y a la tecnología por sectores cada vez más grandes de la sociedad contemporánea, es, en última instancia, un cuestionamiento a los valores propios de la cultura que les dio origen.

Por eso, es imposible olvidar la íntima relación que existe entre la formación de la sociedad capitalista moderna de los países centrales y la dependencia tecnológica que sufren hoy nuestros países de América Latina. En el mundo moderno, la tecnología se fue convirtiendo en un privilegio de un pequeño grupo de países centrales, y dentro de estos, de organizaciones y empresas capaces de financiar los costos de la investigación. El resto del mundo, prácticamente, no participa del proceso de creación de tecnología. Así pues, los países subdesarrollados al importar tecnologías acríticamente, están importando cultura, debido a que los valores éticos ligados a los artefactos son inseparables de los mismos. Es por esto, además de otras razones, que muchos países del Tercer Mundo, en los años 60 y 70 lograron avances en el terreno político en sus procesos por liberarse de la dependencia económica pero vieron malograda la posibilidad real de construir una nueva sociedad fundada en aquellos valores morales que hacen a su propia identidad. La supuesta “modernización tecnológica” se fue convirtiendo en una manera disimulada de penetración cultural y dominación más efectiva y de menor costo que el recurso de la represión militar imperial. Además, el enorme prestigio de la ciencia impuesto por el pensamiento etnocentrista occidental le permite gozar del consenso de la población ya que sería herejía dudar de lo conveniente de dichas tecnologías que se presentan como universales y predeterminadas por el supuesto desarrollo natural evolutivo del conocimiento científico.

Sin embargo, las soluciones tecnológicas que una sociedad adopta para determinados problemas son sólo algunas de las múltiples soluciones posibles para cada caso. Jorge Sábato en “La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América Latina” caracteriza a la innovación tecnológica como la transferencia al proceso productivo de conocimiento propio o ajeno, científico o no científico. Sin embargo, dichas tecnologías se nos presentan como universales, como las únicas posibles porque están basadas en la objetividad del conocimiento científico. De este modo, el monopolio de producción de nuevas tecnologías se convierte en instrumento de dominación que refuerza y acentúa la dependencia en lugar de disminuirla.

La solución para los países en desarrollo como el nuestro, y para el resto de América Latina, consiste en concebir un pensamiento que recupere a la tecnología como parte realmente integrante de la propia cultura y sea representativa de su identidad. El diseño de las estrategias para enfrentar la introducción acrítica de las tecnologías de los países desarrollados, requiere un replanteo profundo de las concepciones tradicionales con las cuales se planificó el desarrollo de los países de América Latina.

En los países centrales, la mayor parte de la producción científica se fue generando, luego de la revolución industrial, directa o indirectamente por las demandas del aparato productivo cuyas características y orientación están condicionadas por los valores y aspiraciones de la sociedad capitalista europea y norteamericana. Se fue sustentando por la acción de sus burguesías que transformaron las sociedades de su tiempo y hoy representan y traducen las aspiraciones de esas sociedades. Es decir, podemos afirmar que no hay un desarrollo lineal, “normal”, de la ciencia única y necesaria. Rolando García en “Ciencia, política y concepción del mundo” sostiene que hubiera bastado una simple asignación diferente de recursos económicos y esfuerzos humanos en áreas de investigación poco exploradas para que las diferentes disciplinas científicas modernas hubieran tomado una dirección totalmente distinta. Ejemplo de lo que estamos diciendo es el formidable desarrollo de la física nuclear durante casi todo el siglo XX incentivado por los miles de millones de dólares invertidos en el área, como consecuencia de la carrera armamentista de las grandes potencias. Así pues, vemos que el carácter de la producción científica y tecnológica de los países desarrollados está condicionado por la demanda que la sociedad ejerce, a través de los resortes de poder, sobre el aparato productivo. Todo lo contrario sucede en nuestros países periféricos. Acá los científicos aparecen tardíamente más como una casta ilustrada que como profesionales que darían respuestas a las necesidades propias. Se dedican a la investigación básica y siguen los temas impuestos por los centros internacionales de poder mundial, que dictaminan qué se investiga y qué no. Los investigadores cientificistas de los países periféricos han aceptado sin crítica alguna esos temas de investigación como la encarnación misma de una ciencia universal que evoluciona libre y ‘naturalmente’ según una dinámica que le sería propia. Este concepto hoy se lo aplica, también equivocadamente, a las tecnologías otorgándoles, de tal modo, un carácter sagrado que no tienen.

En los países desarrollados los tecnólogos trabajan en equipos interdisciplinarios vinculados indisolublemente con la investigación básica. No hay divorcio entre ciencia pura y ciencia aplicada, sino que la ciencia y la tecnología interactúan entre sí. En cambio en nuestros países subdesarrollados los ingenieros históricamente se formaron en universidades donde la investigación científico-tecnológica era escasa o nula. El objetivo siempre fue formar profesionales capaces de conocer y manejar las tecnologías creadas en los países centrales. Muchos de estos ingenieros son enviados al exterior por las empresas para las cuales trabajan para perfeccionarse. Sin embargo, la contribución que pueden aportar a nuestros países es mínima debido a que el objetivo de los cursos que reciben, es meramente el aprendizaje de nuevos procesos de producción. Cuando regresan sólo pueden aplicar las técnicas aprendidas y tienen serias limitaciones para desarrollar un trabajo auténticamente creativo. A diferencia de lo que ocurre en los países desarrollados, en los países periféricos el sistema científico y tecnológico ha venido actuando como receptor pasivo de los productos de la actividad investigativa gestada en los centros de poder mundial. Oscar Varsavsky, ya en los años 60, en “Ciencia, política y cientificismo” nos alertaba de lo peligroso de este tipo de dependencia cultural que pasaba desapercibida por la mayoría de nuestros investigadores debido al enorme prestigio de una supuesta investigación científica universal.

En otro orden de cosas, los productos de estas tecnologías, diseñadas para sociedades de niveles de vida mucho más altos, en los países subdesarrollados sólo llegan a un pequeño sector privilegiado que comparte esos valores y pautas de consumo. Los sectores populares mayoritarios de la población, de nuestros países, casi no tienen acceso a dichas tecnologías y, por la influencia de la penetración cultural, tienden a deslumbrarse ante ellas y concebirlas como el paradigma del progreso. Pero, al mismo tiempo, las perciben como algo inalcanzable y ello motiva frustración por la imposibilidad de que la supuesta modernización ofrezca soluciones viables para su situación social.

Podemos preguntarnos si la superación de la dependencia tecnológica respecto de los centros internacionales de poder es un problema técnico, económico o social, y cuáles son las propuestas viables para su solución. Amilcar Herrera propone recuperar la tecnología como forma de expresión cultural propia. Para ello, no basta actuar solamente sobre el sistema científico. El objetivo fundamental ha de ser revertir la situación actual, haciendo que nuestros profesionales dejen de ser meros receptores y transmisores de tecnologías generadas en los centros de poder para convertirse en la manifestación legítima y dinámica de las aspiraciones y la capacidad creativa de toda la sociedad que debe participar en los procesos de decisión. Este cambio no supone solamente generar los mismo bienes que se producían antes pero mejor distribuidos porque a través de este mecanismo se corre el riesgo de perpetuar los mismos valores de la sociedad que se quiere cambiar. Es necesario reorientar la acción del sistema científico y tecnológico para hacerlo más flexible y más receptivo a las demandas de la sociedad e inducir la participación activa de toda la comunidad en el proceso de generación de soluciones tecnológicas, organizando la investigación sobre la base de sus problemas concretos. La identificación de los problemas debe contar con la participación de los investigadores en un ámbito de consulta de todos los elementos representativos de la sociedad, quienes, en instancias de amplio diálogo y colaboración definirán los fines sociales de la investigación y discutirán cómo concretarlos. Organizar la investigación sobre la base de problemas con la participación comunitaria en la definición de los mismos y sus soluciones y la integración de equipos multidisciplinarios, puede ser un instrumento muy efectivo para lograr una comunicación dinámica entre los sistemas de investigación y el cuerpo social. Esto no siempre será una tarea fácil porque supone superar el aislamiento de tales sistemas y la modificación de estructuras de conducción jerarquizadas y poco flexibles. Uno de los aspectos negativos, heredado del pasado neoliberal reciente, que se debe superar en el diseño de proyectos de investigación y desarrollo, es evitar el llamado centralismo autoritario. Esta es una forma de administrar cuando se quiere desalentar la participación popular, para imponer un orden preestablecido por la jerarquía. Este estilo de conducción limita la creatividad, ignora el pluralismo, niega la diversidad, desprecia la capacidad de las comunidades para autogestionarse. Este, busca la homogeneidad de pensamiento y la verticalidad en la ejecución de tareas. Por el contrario, es necesario religar la ciencia y la tecnología a la práctica social y al discurso político que cuestiona las relaciones de poder existentes en el mundo.

También es fundamental la participación de los destinatarios de las soluciones en la ejecución de la investigación. Los trabajadores fabriles de nuestros países, los campesinos, los pueblos originarios, cuentan con un enorme caudal de experiencia, de conocimientos y de imaginación que pueden ser de gran importancia para diseñar las soluciones tecnológicas apropiadas a las condiciones específicas de los mismos. Esto no significa copiar al pie de la letra las técnicas que ellos usan, sino de extraer las ideas, los enfoques originales que puedan tener, e investigarlos integrándolos con las posibilidades de la ciencia moderna. Además, como muchos de los problemas de los países subdesarrollados no han sido estudiados por los investigadores de los países centrales, por carecer de interés para ellos, esa experiencia de nuestra gente sencilla puede significar un aporte que estimule a investigar en direcciones necesarias y no exploradas todavía. Y, al mismo tiempo, es la manera más efectiva de ir incorporando soluciones tecnológicas que sean representativas de los valores específicos de nuestras culturas.

El prestigio de la tecnología de los países centrales nos hace olvidar que cada tecnología particular es sólo, a partir de un cuerpo de conocimientos, una de las respuestas posibles a una demanda social. Las características esenciales de esta respuesta dependen de la especificidad de la sociedad que la adopta. Un objetivo prioritario de los países periféricos, para buscar y encontrar soluciones propias, ha de ser el saber utilizar críticamente ese enorme caudal de conocimientos y habilidades que subyace en el seno de sus pueblos y que lleva el signo de sus valores éticos y su identidad cultural.

Educación, ciencia y desarrollo (Gustavo Ortegui)

Educación, ciencia y desarrollo

Gustavo Otegui

“We’ve got no money, so we’ve got to think” Lord Ernest Rutherford

-Dr Faraday: ¿Para qué sirve la ciencia básica?

-¿Para qué sirve un chico recién nacido? Michael Faraday

“Si usted cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia” dijo alguien alguna vez en algún lugar que ya no recuerdo. Y a juzgar por los resultados obtenidos en innumerables evaluaciones aplicadas a los alumnos de las escuelas públicas y privadas del país,parece que alguien con poder de decisión cree que la Educación en nuestro país es cara. Desde un presidente que aseguró haber leído las obras completas de Sócrates hasta su ministro de economía que mandó a lavar los platos a los científicos argentinos, nada parece asombrarnos en la escala de valoración de la educación de nuestros gobernantes.

¿Qué marca la diferencia entre países de tercer (subdesarrollados) y primer mundo (desarrollados) o, de cómo Argentina estando en el primer mundo terminó en pocas décadas en el tercero?

Hacia 1870, Sarmiento impulsó en la Argentina un plan global de desarrollo educativo, científico y tecnológico que llevaría en algunas décadas a nuestro país a sentarse en el concierto de las naciones del primer mundo. Importó las mentes más brillantes del mundo civilizado e infundió cultura en todo el vasto territorio de una Argentina naciente. Mientras estuvo en Estados Unidos de América, Sarmiento comprendió que la ciencia y la educación constituyen el motor del progreso y que sin ellas no hay crecimiento posible.

En su idea de progreso basado en la educación, la ciencia y la técnica, Sarmiento apoyó institucionalmente la creación de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, la Oficina Meteorológica, el Observatorio Astronómico de Córdoba, el Departamento de Agricultura, el Jardín Zoológico, el Jardín Botánico y otras tantas instituciones que aún hoy mantienen en alto el ideario sarmientino. Durante la década de 1880, Sarmiento apoyó el movimiento evolucionista darwiniano liderado por las investigaciones de Florentino Ameghino 1.

Todo lo hecho en ese entonces demuestra que puede hacerse ciencia en países del tercer mundo. Como ejemplo 2 de actividad científica en países subdesarrollados tenemos que:

El estudio de la electricidad dinámica empezó con Galvani (1786) y Volta (1800) en Italia.

Oersted fundó el electromagnetismo en 1819 en Dinamarca.

Mendeleyev construyó su Tabla Periódica de los Elementos en 1869 en la Rusia de los Zares a fines del siglo XIX.

En la Argentina, con ayuda de su hermano Carlos, Florentino Ameghino sentó las bases de la Paleontología Sudamericana describiendo y descubriendo más de 6000 fósiles.

En 1908 Ernest Rutherford descubre en Canadá la partícula alfa.

Santiago Ramón y Cajal (Premio Nobel 1905) con la hipótesis neuronal funda la neuroanatomía moderna en España.

Pavlov (Premio Nobel en 1904) en U.R.S.S. hace descubrimientos notables sobre neurofisiología y psicología animal.

En la Era Preindustrial, la tierra era la mayor generadora de riquezas; luego la revolución industrial con la fuerza del trabajo y el capital hicieron su mayor aporte al crecimiento de las Naciones. Hoy vivimos en la era posindustrial, en la que el desarrollo de los pueblos está condicionado por el conocimiento, y es el capital humano el de mayor importancia en la generación de riqueza.

Asistimos desde hace algunas décadas a la formación de verdaderas tecnociudades 3 en las que industrias de alta tecnología procuran la cercanía de Universidades donde se cultivan talentos y se fomenta la innovación. Una de esas tecnociudades es el “valle del silicio”, en California. Allí nacieron el microprocesador y la microcomputadora. De allí surge un tercio de la producción mundial de semiconductores. Entre las serranías de Santa Cruz y la bahía de San Francisco se concentran 3000 empresas consagradas sobre todo a la electrónica. Es un área de excelencia académica en la que la Universidad de Stanford en Palo Alto es el centro de esa comarca futurista”.

Existe como puede verse una clara relación entre cultura, ciencia, tecnología y desarrollo. Algunos ejemplos aclararán mejor estas relaciones: un físico (Albert Einstein) haciendo física teórica (ciencia pura) postuló el efecto fotoeléctrico, otros físicos trabajando en física aplicada, experimental o teórica estudian la actividad fotoeléctrica en distintos materiales sensibles a la luz. A partir de esos descubrimientos algunos ingenieros desarrollan prototipos (células fotoeléctricas) que permiten la construcción de pantallas solares a partir de las cuales se obtiene energía eléctrica que permite el funcionamiento de artefactos eléctricos. Una empresa compra esos prototipos y los desarrolla de manera industrial y los vende en el mercado interno y externo generando divisas para el país 2 .

Valga otro ejemplo muy caro a los argentinos. César Milstein (premio Nobel 1984) trabajaba en su Laboratorio de Biología Molecular (Instituto Malbrán) en Argentina haciendo ciencia pura experimental. Trataba de entender como las células producen anticuerpos cuando el gobierno militar de turno (el General Onganía) lo despojó de su trabajo por considerarlo prescindible. Sin ningún horizonte seguro en el país acepto la invitación de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido que le brindó rápidamente un laboratorio para su trabajo. Estando allí descubrió que fusionando una célula de mieloma y un plasmocito (produce anticuerpos) se generaba una nueva célula con capacidad de producir un clon de células productoras de un anticuerpo, con alta especificidad para un antígeno determinado (anticuerpos monoclonales). Distintas empresas de biotecnología han creado anticuerpos contra determinados y diferentes antígenos. Estos anticuerpos se han desarrollado actualmente en la industria y se venden generando millones de dólares a los países y empresas que los comercializan, los que a su vez pagan regalías a la Universidad que es la dueña de la patente. Un ejemplo de esto es el producto Evatest ® que es un anticuerpo monoclonal contra gonadotropina coriónica humana y que permite el diagnóstico rápido de embarazo por el mismo paciente.

Japón es un país sin recursos naturales pero es la segunda potencia económica mundial. Como puede apreciarse un pueblo culto con sólida formación apoyará la formación de científicos que producirán nuevo conocimiento. Este conocimiento podrá aplicarse a la resolución de problemas técnicos o prácticos y luego esta solución podrá desarrollarse en pequeña o gran escala y venderse generando divisas. Estas divisas o parte de ellas serán empleadas en la generación de nuevo conocimiento, permitiendo un círculo virtuoso productor de riqueza cultural y económica 4 .

Por aceptar obedientemente los diagnósticos monetaristas, hemos terminado por convencernos de que la dificultad para desarrollar la ciencia y la tecnología en el tercer mundo es de índole económica. La dificultad principal no se genera sin embargo en el problema económico sino en nuestra visión del mundo. Nuestra cultura en general parece no considerar a la ciencia y la tecnología moderna como un componente constitutivo esencial de nuestro sistema socioeconómicocultural y político 5.

Referencias

1-Nuñez S, Orione J(1995) Disparen contra la ciencia. De Sarmiento a Menem, nacimiento y destrucción del proyecto científico argentino. Compañía Editora Espasa Calpe Argentina S.A. Buenos Aires .Argentina.

2-Bunge M (1984) Ciencia y desarrollo. Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires. Argentina.

3-Terragno R (1985).La Argentina del siglo 21. Sudamericana/ Planeta (Editores) S.A. Buenos Aires. Argentina.

4-Pichel R (1991). Desarrollo sin ciencia: otra fantasia argentina. Fundación Favaloro y Torres Agűero Editor. Bs.As. Argentina.

5-Cereijido M. (1994). Ciencia sin ceso- Locura doble. Siglo Veintiuno editores, S.A. de C.V. D.F. México.

Fuente: http://www.ub.edu.ar/revistas_digitales/Ciencias/A2Num6/comentarios.htm

domingo, 9 de mayo de 2010

Ruptura y reconstrucción de la Ciencia Argentina

Con motivo de recordarles que el Viernes 14 de mayo vence el plazo de entrega del primer avance sobre la monografía “El desarrollo científico y tecnológico en Argentina”, se adjunta una síntesis de dos artículos, muy relevantes para concluir satisfactoriamente esta tarea.

R u p t u r a y r e c o n s t r u c c i ó n d e l a C i e n c i a A r g e n t i n a

Dr. José Lino Barañao

Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva

La recuperación de la ciencia argentina

La ciencia y la técnica en nuestro país fueron, durante décadas, relegadas de un modo intencional. La Noche

de Los Bastones Largos fue, sin duda, un antes y un después para la ciencia argentina. Más de 1500 científicos

abandonaron sus cargos en un solo día como producto de una política deliberada para implementar un

modelo de desarrollo en el que la ciencia quedaría, evidentemente, en un plano inferior.

Sin embargo, existen actualmente motivos para celebrar. Más de 700 científicos argentinos han vuelto a trabajar

en el país. Es ésta la cifra de retorno más importante de los últimos años. Y a ellos se suman los 4 mil investigadores

argentinos que trabajan en distintas partes del mundo, quienes a través de una vinculación sostenida,

permiten a la Argentina tener acceso a información de primer nivel y lograr cooperaciones científicas con

acceso a equipamiento altamente sofisticado.

En ese sentido, la experiencia de muchos profesionales en el exterior es extremadamente valiosa para la implementación

de este proceso de reconstrucción en nuestro país.

La Argentina ha creado, en los últimos años, condiciones no sólo para que estos investigadores puedan aportar

a la creación de conocimiento en el país, sino también para legitimar el proceso de generación de riquezas a partir del conocimiento originado en las universidades.

En este modelo, que apunta a diversificar nuestra matriz productiva y a crear empresas de base tecnológica no dependientes exclusivamente de la exportación de comodities sino de bienes y servicios de alto valor agregado, es imprescindible contar con profesionales de distintas disciplinas y fundamentalmente de aquellos que poseen una experiencia concreta en vincular la creación de conocimiento con la creación de riquezas, con la instauración de puestos de trabajo.

De allí que la formación de recursos humanos sea una de las principales políticas del Ministerio de Ciencia,

Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT), no sólo en las áreas científico-tecnológicas tradicionales, sino también promoviendo la formación de “gerentes tecnológicos” capaces de articular proyectos que impulsen la transferencia de tecnología y la creación de nuevas empresas.

En este contexto, el Ministerio procura brindar soluciones concretas a los desafíos de la sociedad, promoviendo una conducta productiva que vincule lo que producen los investigadores, la economía y las necesidades sociales. En este sentido, se han establecido cuatro áreas prioritarias que requieren soluciones científico-tecnológicas:

• Energía

• Salud

• Agroindustria

• Desarrollo social, a partir del fomento de la inclusión social a través del apoyo tecnológico a micro empresas y economías regionales.

Para lograr aportes significativos desde la ciencia y la tecnología a estas cuatro áreas estratégicas, la política científica tecnológica argentina se focaliza en tres plataformas tecnológicas que atraviesan las problemáticas mencionadas: la biotecnología, la nanotecnología, y la tecnología de la información y la comunicación.

Así, el objetivo del Ministerio es poner la ciencia y la tecnología al servicio de un desarrollo que permita generar inclusión social sobre un nuevo modelo productivo. Avanzar hacia una economía basada en el conocimiento es la manera de llegar a una sociedad más justa. Y hoy Argentina posee condiciones favorables y desafiantes para trabajar en este sentido.

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Lic. Daniel Filmus

Ex Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología

Ciencia y modelo de desarrollo

“Ruptura y Reconstrucción”. La verdad, no se pudo haber elegido un título mejor. Este concepto resume tal vez como ningún otro los avatares por los que pasó nuestra ciencia. Y no sólo nuestra ciencia. Esta triste saga, es

la saga de nuestra sociedad toda. Porque la ciencia no está ni se hace en una torre de marfil, por encima de todo y de todos, sino que está inserta en el corazón de la sociedad, sujeta al ritmo al que ésta late.

Hoy, la Argentina viene de atravesar una de las crisis más graves de su historia. Y el rol que cumplió -o mejor dicho, que no pudo cumplir- la ciencia y la tecnología en cuanto al desarrollo es muy grande. Para entender esto basta con hacer un poco de memoria: la ruptura de la ciencia comenzó con la dictadura de Onganía y su ataque a la universidad. La Noche de los Bastones Largos fue, sin duda, un antes y un después para la ciencia argentina. En un mismo día 1700 científicos de la Universidad de Buenos Aires abandonaron sus cargos. La mayor parte de ellos fueron muy bien acogidos por los países centrales, aunque también por muchos países latinoamericanos. Pero esto no fue un hecho aislado, sino producto de una política deliberada para la implementación de un determinado modelo de desarrollo, en el cual la ciencia, evidentemente, no desempeñaría un rol protagónico ni mucho menos.

Pero no sólo la ciencia fue la víctima de esta dictadura y de la que vino después en 1976. Estos regímenes, en especial el último, también tienen el “honor” de haber transformado a la Argentina en uno de los pocos países del mundo que llevó a cabo un plan sistemático para desindustrializar el país. En buena medida, la dictadura argentina intentó terminar con un país que había logrado hasta el 70 ser el país más industrializado de la región.

Así, estas dos políticas, en la práctica, fueron de la mano: abortar la capacidad que tenía el país para producir bienes industriales, manteniendo una amplia fuerza laboral industrial, a la vez que diezmar la capacidad de producción científica y tecnológica a través de la persecución y consiguiente expulsión del recurso más valioso

que tiene un país: sus recursos científicos.

La última crisis económica que vivimos los argentinos a partir de 1998, y en especial desde el 2001, fue producto

de la aplicación de políticas neoliberales que tuvieron su origen en al última dictadura y como resultado produjeron: caída del PBI, redistribución regresiva del ingreso, y una crisis económica generalizada que llevó a que uno de cada cuatro argentinos estuviera desocupado. Tuvimos que esperar hasta el año 2003 para comenzar a recuperarnos.

Este, es el quinto año consecutivo que Argentina va a crecer un 9 por ciento. Sin embargo, no hay mucho para alegrarse. Recién hoy estamos arriba del producto bruto interno que teníamos en 1998. Todo este crecimiento está sirviendo para recuperar buena parte de lo que hemos perdido los años anteriores. Más aún, si uno mira el PBI del año 98 es casi igual al PBI que tenia Argentina en el 74. Este es el gran desafío que tenemos hoy: cambiar y sostener un modelo de desarrollo basado en la industria, en la ciencia, la innovación y la tecnología.

El gobierno nacional está haciendo un esfuerzo muy grande en construir hacia el futuro un país basado en la sociedad del conocimiento, en la capacidad de agregar valor a través del trabajo de nuestra gente.

Para ello, hemos cuadruplicado el presupuesto de ciencia y tecnología en los últimos años. Hemos avanzado fuertemente en el lanzamiento de proyectos científico tecnológicos y en un conjunto de políticas económicas que también tienden a colocar en el centro el tema de la justicia social.

Es en esta política estratégica en la que se enmarcan nuestros esfuerzos. A través del Programa RAICES de nuestra Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, procuramos vincular los científicos argentinos que están en el exterior y también darles la posibilidad de que vuelvan aquellos que quieren hacerlo.

Estas iniciativas son las que van a hacer historia, las que transforman estructuralmente y de fondo la realidad

Argentina.

Estamos definiendo, poco a poco y con mucho esfuerzo, una nueva Argentina donde las condiciones para el crecimiento estén vinculadas al desarrollo científico y tecnológico autónomo. Es imperativo cambiar un modelo que aún persiste en la argentina, basado en exportación de productos primarios de escasa elaboración.

Necesitamos poner como principal capital de nuestro pueblo la capacidad de dar valor para el desarrollo de una

Argentina con un perfil productivo totalmente distinto. En el centro de este nuevo modelo están nuestros científicos

y tecnólogos.

Si hay una lección que debe quedarnos clara es ésta: el país no tiene ninguna posibilidad de mejorar su productividad y competitividad, de cambiar su inserción en el mundo ni las condiciones de vida de su gente, si no es a través del conocimiento, la ciencia y la tecnología. Y no hay más tiempo que perder. No podemos volver atrás. No podemos permitirnos el lujo de volver a romper la ciencia y la tecnología nacional con la intención de volver a reconstruirla. El tiempo de la reconstrucción es ahora.



Bibliografía:

· Ruptura y Reconstruccion de la Ciencia Argentina. Ministerio de Ciencia, tecnología e inovacion productiva. ISBN: 978-987-1632-02-2